Era el año 1885, una familia de políticos españoles había arribado lo que actualmente sería la capital del país, el señor Rosales, un importante Juez en España que fue asignado a un puesto más importante, y la señora Rosales, quien apenas había pasado 2 meses de que dió a lus a su hija Elena.
Como la pareja era muy importante tenían invitaciones a reuniones con altos políticos y demás personas de alta sociedad, después de la misteriosa y perturbadora muerte de la nana de la niña (cuya descripción nunca se dió a conocer), los señores no quisieron más nanas, en cambio, desidieron comprar un cachorro, un Gran Danés.
Con el tiempo la niña y el perro se volvieron inseparables; Un día como muchos otros, los padres tenían que salir a una reunión con consejales del jurado, para resolver una serie de asesinatos de niños, los padres preocupados, encerraron a la niña junto con su perro en su cuarto. La niña cayó en un profundo sueño.
Después de unas horas, la niña despertó aterrorizada por un sonido extraño que provenía de la puerta de su cuarto (Que era como el sonido que produce un gato al estirarse sacando las uñas y astillando la madera), para comprobar que todo estuviera bien, la niña metió su mano por las cobijas para acercarse al ocico de su perro, haciendo esto recibió una lamida, lo cual, era un código entre el perro y la niña para saber que todo estaba bien, cuando la niña se disponía a dormir, escuchó una voz que parecía que reía, lloraba y gritaba al mismo tiempo, sin poder identificar el sexo, diciéndole: NO SOLO LOS PERROS LAMEN.
Cuando los padres regresaron a su hogar, encontraron completamente destrozada la puerta de la recámara de la niña, en seguida, yacía el perro con el pecho abierto, crucificado en el suelo con sus propias costillas clavando sus patas contra el suelo sin tener un ojo, y otro colgando de un hilo de carne fuera de su cuenca, la sangre que salió del perro formaba una cruz de 5 picos en el suelo rodeada de un círculo perfecto. La niña se encontraba intacta físicamente, con las cobijas llenas de sangre, repitiendo una y otra vez sin parar, con una voz que parecía que reía, lloraba y gritaba: "¿Qué fué lo que me lamió?".